Estoy leyendo en mi trabajo El arte de la guerra, este libro oriental que sirvio para guiar a grandes jefes de estado. Se supone que lo leyeron Napoleón y Hitler y bueno, que todo gran político debe leerlo. Allí vienen estos consejos como que debes fingir debilidad cuando eres fuerte, nunca mostrar todas tus cartas y así y así. Casandra es hija de político. Se crió leyendo a Maquiavelo y siempre ha tenido una visión clara de las cosas de la vida. Su capacidad de análisis y la frialdad con la que ve la vida me deja en una mezcla de certeza y desencanto (de la vida, no de ella). La admiro como a nadie. Creo a pie juntillas cada una de sus conjeturas. Cómo podría no creerle cuando siempre parece que sabe lo que dice. Casandra me observa con mirada fija, suspira, coloca sus dedos índice y medio en la frente y el pulgar en la mejilla, luego se agita un poco y con la misma mano, regularmente la derecha, se acaricia la frente y vuelve a posar su mano en la forma original, resopla un poco, aprieta los dientes y finalmente con voz grave y serena suelta alguna verdad. Alguna verdad absoluta. Sus verdades siempre son absolutas.
Ella conoce el arte de la guerra, y reconoce cuando alguien lo aplica. Nos ha servido en el medio del activismo. También percibe cuando alguien incluso sin saberlo, llega de forma intuitiva a ejercer poder o violencia. Se necesita una persona violenta para identificar la violencia. Hay muchos tipos de violencia. Está la física, la que acostumbramos llamar violencia, pero también hay todas esas formas sutiles, tácitas, implícitas a las que llamamos de muchas otras formas.
Dicen que en la guerra y en el amor todo se vale. También que el fin justifica los medios. Yo en cambio, a veces me da por eso que llaman ética y me encuentro un poco asustada cuando descubro que he sido víctima de violencia. No de la física, sino de la otra.
Llevo días y días y días y más días de los que puedo recordar leyendo sobre compersión. Y cada día que creo que he llegado al Nirvana, me doy cuenta que muy dentro de mí sigo siendo esa ente posesiva, monstrua verde llena de celos. Soy celosa, muy celosa. No soy celosa todo el tiempo. Ni celo sin ton, ni son. Soy celosa sólo cuando me dan motivos, y por motivos me refiero a cuando alguien viene y en mi cara suelta frases con la mera intención de miar territorios. Me encanta esa frase "miar el territorio", me parece la que mejor describe la situación.
Como Casandra anda visitándome y hemos tenido mucho tiempo de platicar, le he ido contando poco a poco las situaciones que he vivido en esta aventura poliamorosa que estoy emprendiendo. Y a veces se sorprende con mi "ingenuidad." En su opinión tengo mucha fe en las capacidades humanas. En su opinión soy medio boba por confiar tanto. le cuento los artículos que leo, le reseño los blogs, le comparto mis emociones y de pronto si suspiro le digo, "perdón, es que lo estoy extrañando un poco." Frunce un poco el entrecejo y me dice algo como: "tu sabes, Poly, antes que otra cosa soy tu amiga, soy esa amiga que siempre he sido y solo puedo decirte 'go for it', pero acuérdate que siempre he sido carrillosa y que me doy cuenta que estás contando las horas para que me vaya y puedas verlo." Luego me mira condescendiente y me da un beso. A veces, solo me da el beso, otras me aprieta la mano.
Hoy le compartí en el autobús, esa desesperación que siento por verlo y el miedo que me da que sea unilateral. Le dije que yo entiendo que todo ha sido muy rápido y que por ende comprendo que había planes previamente adquiridos en los cuales yo no me puedo acomodar. Muy sabiamente me dijo: "piénsatelo bien, Poly, porque ahorita estás jugando a la paciencia, pero luego eso se te va a ir convirtiendo en frustración si las cosas no cambian." Claro, entiendo muy bien que hay boletos comprados como con tres meses de anticipación para un evento y es natural que no haya lugar para mi en un dia preciso, porque hace tres meses no había forma de que nadie supiera que habría una relación aquí. También le expliqué que mequeda muy claro mi lugar y mi espacio porque hay días, fechas, horas y demás en donde no hay explicación para mi presencia. Y ella me ha preguntado: "¿qué va pasar si las cosas no cambian y sigue sin haber espacio para tí? ¿Te vas a conformar con eso?" Y se puso a cantarme la canción de José José de las migajas de tu amor y tal. Como estuve leyendo blogs con experiencias personales y había una en particular de una chica que prometió a su marido tener una relación primaria sólo con él y con cualquier otra persona serían secundarias, me llegó muy profunda la historia. Sobre todo, porque pasado un tiempo se dio cuenta ella de que sus sentimientos crecían y no de forma secundaria para su segundo amor.
Mis sentimientos parecen bañados en levadura. Crecen y crecen y se esponjan, y como tengo a mal hablar mucho de ellos, parece que me regodeo en ver cuánto se expanden. Anoche en la cama Casandra y yo hablamos de mis mil amores. Desde Número1 hasta su primo MNX. Hablamos de sus posibles amoras. Hablamos y hablamos y hablamos hasta que nos quedamos roncas de tanto hablar, y después cogimos. Esta semana hemos cogido como nunca. Con una intensidad desconocida para ambas. Me atrevo a decir que nos hemos redescubierto como no lo hicimos al inicio. Con una libertad plena, sin secretos, sin máscaras.
Cuando terminó de cantar y de ver mi cara de molestia por un último texto que recibí de Eduardo, me dijo al bajar del autobús: "Si yo tuviera los recursos económicos te diría'Poly, vámonos con los niños un mes a la playa' y cómo podrías decirme que no. si tengo derecho a veto y tienes que fingir que me quieres más que a nadie, cómo me dirías que no. Pero eso sería juego sucio. Lo ético sería decirte: 'Poly, platica con tu Eduardo, cómo ve que te vayas unos días'. Porque lo ético es ver por tus sentimientos, los de Eduardo, lo de Michelle, los míos, los de nuestros hijos. Lo ético es platicarlo. Me atrevería a decir, aunque no la conozco, que Michelle está jugando a no darse cuenta y seducir a su marido con 'Lalo, vamos a la Isla' o a tal fiesta o tal cosa y poner largas y pretextos para que no tenga tiempo de verte. Pero te digo, es lo que yo haría si tuviera recursos económicos y si no quisiera que estuvieras pensando en él todo el tiempo. Ya ves lo que dicen en la guerra y en el amor todo se vale."
Y luego pasó su mano por su frente y resopló otro poco. Claro, ella no conoce a Michelle, ni ha leído los artículos de compersión que le he recomendado, ella no cree que un hombre pueda tener algo más que interés sexual en una mujer, y bueno, está intentando darme por mi lado en todo este rollo sin verse muy preocupada o celosa o cualquier cosa. Yo por mi parte, acabo de sentirme nuevamente invadida por ese monstruo verde de celos, me he puesto a pensar nuevamente en ese asunto que pensaba olvidado de la Isla hace dos semanas, me he sentido violentada y como no creerle a alguien que ve las cosas fría y analíticamente desde afuera cuando dice literalmente que se han miado en el territorio para recordarme mi lugarcito afuera de él. Intento, de verdad intento sentir la dichosa compersión, y quiero creer que estos N días sin ver a Eduardo han servido para su felicidad y crecimiento personal, ¿pero y qué hago con mis locas ganas de verlo ya mismo? En fin, que de verdad no quiero estar todo el tiempo esperando en el rincón como la muñeca fea para cuando tenga un ratito que darme. Menos cuando en alguna de las conversaciones víamessenger enla distancia que tuvimos él me dijo aquello de "luego me cuantas cómo nos ayuda que Michelle esté enojada contigo." Lo cual significa que además de todo tengo que tener feliz a todo mundo. Creo que a mi El arte de la guerra no me está sirviendo de nada y que Casandra tiene razón en una verdad absoluta: yo soy muy ingenua.
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