Sunday, June 14, 2009

Lunes

Todos los lunes amanezco con una certeza: es tiempo de terminar esta relación. Luego, hacia mediados de semana entre miércoles y jueves estoy convencida que no puedo permitirme acabar con algo que me hace la más feliz y llego al fin de semana desolada. Todos los lunes amanezco con la certeza de que es hora de terminar.

No importa cuán bien o mal me lo haya pasado el día anterior. Los domingos suelen ser buenos, aún así, el lunes estoy segura que ya no puedo dar un paso más. La promesa de una nueva semana me invita a comenzarla libre de turbulencias emocionales.

Todos los días de la semana, y doble los domingos, lo quiero. Todos los días quiero platicar, verle en persona, pero son pocos los que se puede. Esta semana que pasó fue especial. El lunes estaba tan segura como siempre que ya no podría más y que nuevamente estaba lista para dejarlo. El martes sin embargo, recibí tres llamadas. No las esperaba, así que me hizo sentir feliz, extremadamente feliz, tanto que sigo hablando de ellas como si se trataran de un regalo excepcional. Para el miércoles me sentía yo nuevamente en las nubes. El jueves comenzó la trsiteza después de que me dejara en casa, porque comienzo a extrañarlo apenas dejo de verlo. El viernes quise verlo y él no pudo. El sábado estuvo aquí Casandra así que él y yo no coincidimos. El domingo fue día familiar y por mucho que yo lo desee, no soy familia. Así que el lunes no me queda más que querer dejarlo.
Es que el amor es así, así así, dice la canción. Yo me emociono con cualquier gesto suyo. A estas alturas él y yo ya sabemos que yo voy a estar siempre disponible y dispuesta a hacer lo que quiera.

Si no me llama, ni me escribe, ni se conecta, ni me contacta, ni da señales de vida, no importa porque me contentaré leyendo conversaciones viejas o escribiendo algo relacionado a con él. Declarándole mi amor intenso, describiendo y analizando nuestra “relación” con pelos y señales. Su tiempo se ha convertido en un regalo muy preciado, cada vez más escaso y cada minuto me sabe a eternidad y me deja deseando más.

Me encantaría lograr que él entendiera lo que me pasa. Quiero que sepa que lo que me pida no podré negárselo. Quiero apelar a su sensibilidad y que termine ya con esto, porque yo no puedo.

Colecciono nuestras conversaciones por hobby, por posesividad, pero sobre todo porque es lo único de él que puedo conservar y a lo que puedo aferrarme. Hay algunas que no me hubiera gustado tener, hay muchas que no necesito guardar para recordar. Hay unas que, de verdad, quisiera olvidar o que no hubieran sucedido nunca.

La semana pasada en un chat me preguntó, algo vagamente, si estoy feliz con el “nivel de relación” que puede darme o que llevamos o que tenemos. Me hubiera gustado que no lo preguntara porque algo en mi me obligó compulsivamente a pensarlo y pensarlo y darle mil vueltas para lograr contestarle. Previo análisis, previa semana y media de comerme el coco en regodearme en el tema, me veo impulsada a contestarle.

Es un cínico, no me cabe duda. A veces pienso, pero si ya sabe la respuesta para qué me lo pregunta! Quizá no, porque yo misma vacilo en las opciones. Todo depende del día, de lo que él quiera escuchar, de lo que yo me sienta con ánimo de compartir. Si lo veo en positivo, sumando y agregando cosas, no me queda más que aceptar, como él mismo lo planteó que hace dos meses y medio no tenía ni si quiera esto. Así que soy la más feliz. Antes no había nada y como valor agregado a mi vida resulta una experiencia excepcional, altamente recomendada. Esa es la respuesta simple y risueña.

Ahora bien, es fácil darse cuenta de que yo soy más que simple y risueña. Por mucho que me ría de mi misma cantando cada noche que “me basta con un poco de tu amor”, y por mucho que sí me baste porque de amor nadie se muere y al final siempre sobrevivo y además siempre digo que sí (que sí a todo, que sí a vernos más tarde, que sí a vernos otro día, que sí a seguir platicando después, que sí a cuando él pueda) por mucho que sea que pueda aguantarme: ¡Me fastidia! Por mucho que sea me duele no ser más que sexo casual y quedar siempre para otro día porque yo es obvio no soy ni remotamente una prioridad.

El hecho de que acepte las cosas tal cual son, no significa que me hagan feliz. Solo es muestra de que sé comportarme como ser civilizado. Es muestra de que entiendo que a veces necesito conformarme con lo que puede darme para seguir teniendo lo que sí quiero.

Acepto su “nivel de compromiso” (neta, ¿qué diantres significa eso?) porque no me queda de otra si quiero seguirlo viendo.

¿Estoy conforme pues con lo que tenemos?

Sí y no. Me encanta poder verlo a solas al menos una vez a la semana, bueno cuando logra al menos darme eso. Me vuelve loca de alegría percibir sus esfuerzos. Aunque a veces me pregunto si no serán los esfuerzos de media semana sólo una compensación porque sospecha que ando de malas en esos momentos.

Aprecio mucho cuando me incluye en sus planes. Adoré el domingo anterior cuando pasamos todo el día viendo películas y este miércoles en el parque de diversiones. Planes familiares, muy lindos. A estas alturas estoy dispuesta a jurar que adoro la última vez que estuvimos a solas, aunque fuera una hora.

De hecho, mi problema es justo ése, me gusta tanto, me la paso tan bien, que deseo repetirlo de inmediato y es cuando me entra la ansiedad y la “locura” y el enojo. Todos al mismo tiempo. Me tiro un berrinche como lo haría cualquier niño pequeño al que le niegan lo que quiere.

¡Quiero! ¡Quiero! ¡Quiero! Quiero tenerlo ya, tocarlo, estar con él al instante mismo en que comienzo a pensarlo. Me descubro anhelando momentos que quizá él no espere. Percibo que él no anticipa con el mismo deseo nuestros encuentros. Él dice que menosprecio sus sentimientos. Me temo que se tan poquito de ellos que no puedo más que adivinarlos.
Odio los lunes por sentirme tan desolada y enojada. Me da no sé qué por descalificarme, sentirme ridícula, idiota, tonta, por reconocerme desubicada y enajenada. Me da por llamarme obsesiva y loca. Me da por terminar pidiéndole que se de por enterado de lo que siento, pero que no me haga caso porque son cosas de niña chiflada que luego se me van a pasar. Me da por decir todo esto porque me da terror que actúe en consecuencia y haga algo "maduro" como finalmente dejarme en paz. Por eso los martes me contento otra vez y espero a que siga el transcurso de la semana.

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